14 de gener del 2016

Realpolitik nº 5: La estética por encima de la política

Ante la realidad que vivimos de precariedades laborales, pérdida de trabajadores más cualificados, desigualdades sociales y división electoral, el país necesitaría estadistas que supieran aunar consensos y medidas de cambios estructurales y también coyuntarales. Por contra estamos inmersos en la victoria de la estética por encima de la política, y la de los sectarismos por encima de los consensos. Ni rastro de los estadistas.

En el ámbito español, después de la jornada de constitución del Congreso la discusión que  emana del hemiciclo se centra en el bebé de una diputada, en las fórmulas de promesa del escaño y especialmente en las rastas de los neófitos. Todo muy alejado del nivel que necesita la sociedad, pero claro, si uno de estos partidos, que además se enerba porque la mesa no le concede grupo propio, como comentamos ayer, se presenta a las puertas de palacio al ritmo de una charanga, no me extraña que acabemos deduciendo que nos encontramos en un país de pandereta.

En el ámbito valenciano, Les Corts han derogado la Ley de Señas de identidad del pueblo valenciano que había aprobado el PP desde su mayoría absoluta, ya convaleciente, pocos meses antes de las elecciones, a sabiendas que sería derogada por el que ellos mismos habían bautizado como tripartito ruina. Al final, no ejerce el poder un tripartito (de momento) pero el bipartito que conforma el Consell, más Podemos y ¡Atención! unos diputados de Ciudadanos, han derogado la ley. Otra parte de los diputados de Ciudadanos se ha abstenido y, naturalmente el PP ha votado en contra. Creo que sería demasiado maquiavélico pensar que la ley se aprobó en su momento para que cuando fuera derogada, los populares pudieran poner el grito en el cielo. En todo caso, no creo que tuvieran en mente el numerito señeril de la sesión de Les Corts. Los diputados del PP en pie, Senyera Valenciana en mano han protagonizado una fotografía más propia de la Curva Nord de Mestalla que de un hemiciclo de representantes del pueblo. Y pensar que no hace mucho se quejaban de las camisetas de la ahora vicepresidenta del Consell...

Estaremos todos de acuerdo en que el folklore propio es un seña de identidad de un pueblo, en este caso el valenciano, y que una persona que ha dedicado su vida a su estudio, mantenimiento y difusión merecería que se le rindiera homenaje. Pues parece ser que no. El mismo partido que llora la derogación de la Ley de Señas de Identidad, se muestra contrariado en Torrent porque a su Auditori se le bautice con el nombre de Vicent Torrent de tal manera que incluso ha alentado una plataforma virtual de recogida de firmas con el argumento que el histórico miembro de Al Tall es un "independentista pro Països Catalans". El tio Canya debe estar estupefacto.

No estaría mal que algún día, los valencianos entendiéramos que las señas de indentidad no son de unos contra otros, no existen los buenos y los malos valencianos, y que todas las ideologías se pueden defender desde una postura democrática. Hasta que llegue ese día utópico parece que nos hemos lanzado en manos de la política sectaria por encima de los intereses comunes. Unos contra otros de manera fraticida. Tanta estética nos dejará ciegos.

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