7 de gener del 2011

Situación Social Complicada

De la cultura anglosajona nos llegaron los propósitos para el nuevo año, almenos a mi particularmente, porque no conocía esta costumbre hasta que el destartalado Arthur de mis libros de inglés se hacía un lista con sus "New Year's Resolution". El caso es que al final acabas copiando ciertas costumbres como esta sin saber muy bien porqué. Dentro de los propósitos que me había hecho estaba el de no volver a tener presente la crisis como motivo de conversación constante que acaba afectando al ánimo conviertiéndolo en desánimo. Lo estoy intentando y de alguna manera consiguiendolo a nivel personal, pero es inevitable darle la espalda a la situación social.

Durante mucho tiempo me he preguntado en qué tipo de sociedad vivimos que no reacciona activamente ante más de cuatro millones de parados, familias que dejan de tener ingresos para subsistir por sí mismas o realidades de auténtica necesidad. No quisiera que esto se conviertiera en un estado revolucionario, pero me parece que es de una infinita parsimonia social que toda reacción sea la de despotricar de nuestros políticos.

Observo que tal vez, mucha personas de nuestra sociedad no estan en contacto con situaciones de necesidad, de urgente necesidad como por ejemplo el caso real de una madre con dos niños abandonada por su marido, sin ningún tipo de ingreso, sumida en la depresión y con una orden de desahucio de su vivienda sobre la cabeza como espada de Damocles, otro caso real de una joven que como último recurso para encontrar trabajo llama directamente al despacho donde ejerzo mi profesión para pedir, casi suplicar si existe alguna posibilidad de trabajar aquí (supongo que habrá telefoneado a todos los que aparecen en el listín o en internet) o el caso tan real como los anteriores de hoy mismo en el que un inmigrante ha llamado a la puerta porque quiere volver a su país pero no tiene dinero, ni tampoco trabajo, ni cobra ningún subsidio y vive en una casa abandonada.

Son situaciones reales, no he inventado nada, ni exagerado un ápice, y no son las únicas que he podido vivir en primera persona en los últimos quince días, personas de carne y hueso, con un alma que está sufriendo lo indecible. Como he dicho antes, no hago un llamamiento a una revolución, pero sí me gustaría que esta sociedad en la que vivimos despertara, que dejara de refunfuñar en los bares, que dejara de acalorarse en interminables discusiones partidistas, que dejara de parodiar a los políticos que nos representan, y exigiera más responsabilidad, más democracia y más eficiencia en la gestión. ¿Será posible?