21 d’octubre del 2010

Conversación

Es sábado. El sol entra a raudales por el gran ventanal e inunda la habitación con un calor agradable que se extiende por todos los rincones. Alfonso se encuentra de pie junto al ventanal recibiendo de lleno los rayos de sol de manera que llega a percibir como penetran por los poros de su piel acunándolo. Es una sensación agradable, placentera, reconfortante. Alfonso observa más estas sensaciones que no lo que alcanza a ver con la mirada al otro lado del cristal, una amplia avenida sin demasiado tráfico por no ser día laboral y al otro lado de ella altos edificios con anuncios en las terrazas. Del abrazo del sol lo libera una voz conocida.

-¿Hola familia como estáis?
- Aquí estoy jodido.
A la pregunta genérica le contesta una voz nítidamente enferma desde la cama de la habitación. Es Juan, el padre de Alfonso.
- Venga, que no es para tanto. Le replica amablemente la voz conocida que pertenece al hermano de Juan, Isidro, que aunque es sincera no resulta tan reconfortante como los rayos del sol, al menos para Alfonso que ha dejado la proximidad al ventanal para saludar a su tío. También su madre, Amelia, se ha levantado para saludar a su cuñado.
- Y tu ¿Cómo vas cuñada?
- Aquí estamos, Isidro, aquí estamos.
Su voz suena como un lamento.
- Se te ve cansada, deberías irte a casa aunque fuera una noche.
- Eso le digo yo, que por lo menos una noche, hoy me puedo quedar yo.
Alfonso casi solapa sus palabras con las de su tío.
- Claro que sí, mujer. Tercia el enfermo desde su convalecencia.
- Pero si no estoy tan cansada, ¿Cómo voy a dejarte aunque sea una noche? Pero su contestación no ha sonado tan convincente como en días anteriores. La realidad es que está cansada, aunque en condiciones normales no aceptaría por nada del mundo que se tuviera que quedar su hijo a cuidar de su marido en lugar de ella ni una sola noche. La cuestión es que además del cansancio un dolor punzante le recorre la columna vertebral y le adormece la pierna izquierda, casi no puede ni estar sentada. De ahí su falta de convicción.

La pequeña muestra de debilidad la captan todos los presentes y aprovechan para convencerla de que se vaya a casa a descansar, y como al final da su brazo a torcer, sin pensarselo más, su cuñado le acompaña a la salida, no sin antes despedirse cariñosamente de su marido enfermo. Aún queda toda la tarde por delante, solo es el mediodía del sábado, pero no pueden dejar que recapacite y se encabezone en quedarse porque la realidad es que necesita el descanso en una cama y liberarse también de la tensión de los últimos días.

Prácticamente en el pasillo, se cruzan con otro hermano de Juan y su mujer que vienen a visitarlo. Aprovechando que su padre tiene nueva compañía, Alfonso sale de la habitación para recoger la bolsa que había dejado en el coche con la esperanza que su madre accediera a dejar el hospital por una noche y quedarse él al cuidado de su progenitor. Nada más salir de la habitación le invade el penetrante olor que desprende el centro sanitario, una mezcla entre medicamentos, enfermedades, esperanzas y tristezas. Un olor que lo acompaña hasta que deja atrás la puerta del edificio y se adentra en los jardines que lo circundan y que le recuerda la gravedad del estado de salud de su padre.

La tarde está cayendo. Las últimas visitas se han marchado poco tiempo después que las enfermeras han retirado la merienda. Cuando las primeras sombras de oscuridad se adentran en la habitación, Alfonso y su padre se quedan solos. Juan se ha quedado dormido, no profundamente, como atontado por la medicación y la calefacción. Alfonso lo mira por un instante y se deja caer en el sillón. Piensa en leer un poco, por lo que vuelve a levantarse para sacar el libro de la bolsa y también para encender una luz auxiliar que le permita descifrar las historias que guardan las páginas del libro. Su padre se remueve en la cama y en ese preciso momento, mientras se deja caer de nuevo en el sillón, piensa que posiblemente es la primera vez que estan solos los dos. Con el libro en la mano, pero sin abrirlo, intenta recordar algún momento que hubieran compartido en el pasado los dos solos, y se le hace difícil, imposible. Después de tantos años, parece que es la primera vez. Observa el cuerpo de su padre tendido en la cama y tapado con la sábana. Y le parece estar junto a un extraño. Sabe que no lo son. Que son padre e hijo, que a pesar de las numerosas discusiones y desencuentros siente un cariño por él especial, como no siente por nadie más en este mundo. Tiene conciencia que su padre, tras la apariencia ruda, también experimenta los mismos sentimientos. Pero a pesar del vínculo genético, son unos extraños. No recuerda haber tenido ninguna conversación en profundidad con él. Su padre pensaba que eso eran cosas de las madres, y el hijo lo rechazó inconscientemente desde su adolescencia. Lo cierto, y ahora tomaba conciencia por primera vez, es que desconocía tantas cosas de su padre como su progenitor de él. Alfonso vuelve a mirar hacia la cama donde Juan descansa. Ha perdido las ganas de leer. Apaga la luz y la penumbra se abalanza sobre toda la habitación pero hasta que no cierra los ojos no se disipan los neones de los anuncios de los edificios del otro lado de la avenida. No encuentra explicación a cómo han dejado pasar los años sin acabar con ese alejamiento real, ni siquiera percibirlo, al menos él. Decide que después de aquella primera noche que van a pasar los dos solos, será el momento de hablar con su padre para dejar de ser unos extraños. Ahora toca descansar y esperar que dejen de serlo antes que la salud de su padre se agrave irreversiblemente.

18 d’octubre del 2010

Metòdic

Era una persona consecuentment metòdica, de manera que quan va decidir convertir un dels seus somis en desig, va decidir apartar exactament 10,50 euros de la seua assignació semanal. Era una cantitat assumible, a pesar de que hauria de fer algun que atre sacrifici. Els 50 cèntims, això si, podrien ser considerats una frivolitat o un snobisme innecessari sino fóra per la seua mecànicament estudiada manera d’actuar.

Allò que primer va inmolar en primera instància va ser lo que considerà menys necessari com eixir a pendre alguna cosa en els amics, pero passat el primer mes d’acumulació de diners, va tindre que pendre una decissió que no entrava en el seu iniciàtic plantejament, hauria de deixar de fumar. És cert que des d’un principi havia reduit la dosis de nicotina diaria, pero, després de les quatre primeres semanes quedava palés, que no era prou. Hauria de deixar de fumar. O reduir la cantitat de 10,50 euros, almenys unes semanes... Encara que cedir a la tentació seria traicionar els seus principis, la seua personalitat metòdica. Per tant, va deixar de fumar.

Naturalment que va tindre que assumir atres sacrificis, que resignar-se casi a una vida contemplativa en règim de clausura transitòria (de l’institut a casa, de casa a l’institut), pero gens tan enguiscat, tan embafador, tan ansiolític, tan predepresiu, com el deixar de fumar. Més que un vici era casi una obsessió. Més que un hàbit, era un signe de rebeldia (rebeldia de caent burgués pero rebeldia al cap i a la fi)

Pero per damunt de la rebeldia i les obsesions estaven els desijos i la voluntat de materialisar-los. I en este moment, el seu desig tenia el preu de 10,50 euros semanals, i no podia transigir, perque transigir suponia fer trencadiç els somis.

Finalment ho va conseguir, va reunir la cantitat necessaria per a comprar el seu desig, de manera que, una volta recontats els billets i les monedes, es va dirigir cap a la tenda especialisada en image i so, on fea un temps li havia entrat pels ulls a borbotons un home cinema a bon preu de fabricant no molt conegut pero que el depenent li havia assegurat que tenia la mateixa o més calitat que atres aparells de marques més comercials.

Va obrir la porta de la botiga en el cor en la gola per una emoció molt pareguda a la que va sentir quan besà per primera vegada a Ivana. Va reconéixer al mateix depenent que l’havia atés, darrere d’un taulell de vidre parlant pel teléfon, i es va dirigir cap ad ell.

- Hola bon dia
- Bon dia, diga’m
- No res... que volia aquell home cinema
- ¿Vol que li explique les característiques?
- No, ya m’ho se... venia a comprar-lo
- ¡¡Ah!! ¡Molt be! M’agraden les persones én decissió, ¿eh? ¡He he he!
- Si

A la gracieta desvanida del depenent no li calia atra resposta que no fóra un migsomriure i una afirmació entre dents.
- El preu, ¿és el que marca?
- Si, eixe.

Al temps que el depenent instintivament va dirigir la seua mà esquerra cap al terminal de les targetes, ell deixava damunt del taulell, casi transparent, el fruit del seu metòdic sistema d’estalvi, un grapat de billets de diversos valors fiduciaris i alguna que atra moneda. El depenent canvià la direcció de la seua mà i no tingué més remei que contar una a una les monedes que s’escampaven davant seua.

No més aplegar a casa es va posar a obrir caixes i desembolicar les peces de l’aparell mentres no podia deixar de vore la cara d’extranyea del depenent en vore els diners menuts ballant damunt del vidre i com l’expressió se li havia girat a sorpresiva quan li va dir que no calia que apuntara la seua direcció perque ell mateix s’ho portaria a casa encara que anara caminant.

Al remat, ya ho tenia alli, tot montat. El temps d’espera, els sacrificis havien valgut la pena, pero no s’ho havia comprat no més per a adorar-lo, aixina que va posar en funcionament el DVD, va obrir el receptacul de discs i va ficar dins la primera part de la versió extenguda de El Senyor dels Anells. Va agarrar el mando a distància, ho va deixar caure en el sofà. Va obrir el congelador per a fer-se én un pot de Coca-.Cola que previament havia introduit quan va arribar a casa i va tornar novament al sofà per a acomodar-se i, fent us de la tecnologia, apretar en el seu dit polze el botó de play.

Allò era maravellós, imagens digitalisades, sensació d’estar dins de l’escena, so envolvent, inclús pareixia que els colps els pegaven en la mateixa paret mijanera, i es sentien crits que pareixien vindre del pati de llums...Un crit més pròxim el va despertar de l’ensomi, era sa mare visiblement escarotada per les queixes dels veïns que li va amollar un sermó al voltant de la convivència comunitària ademés de recordar-li, com si es tractara d’una letania repetitiva, que no estarien vivint alli si son pare no haguera deixat aquell treball... No calia ni obrir la boca, era inútil, aixina que després de tot hauria d’engaviar el seu somi, metòdicament treballat, baix de la primera ralleta del volúmen. I ho fea resignàdament mentres pensava si això era una mostra de que la vida era una merda com mai es cansava de repetir son yayo.

14 d’octubre del 2010

L'Anell de compromís

L’amistat de Sergi i Carla ve pràcticament des del breçol perque els seus respectius pares són íntims amics. En tot cas, tot i ser una amistat sobrevinguda no és una relació simplement de compromís, entre ells hi ha tota una corrent incessant de vivències, emocions i confidències compartides sense arribar, això sí, a una relació de parella sentimental. Diriem que són una espècie de cosins sense arrel genètica. Per això quan Sergi telefonejà a Carla per a quedar en ella no li va estranyar gens, lo que li va causar un regomello important va ser el contingut de la conversació. Ell volia que ella li acompanyara a comprar l’anell de compromís que pensava regalar a Rosa, la seua futura muller. Carla, en principi va posar un parell d’impediments sense massa convenciment tot siga dit, pero al remat va acceptar sempre que ell no li diguera res a Rosa sobre la seua ajuda. I allí estava esperant a que ell apareguera en el seu freqüent retràs i el seu habitual somriure que provocava que tot se li perdonara (fins i tot el retràs de més de dèu minuts)

Carla sabia perfectament que per molt que Rosa s’esforçara en negar-ho o en demostrar que no era aixina, ella no li resultava massa simpàtica. Rosa era la promesa de Sergi, pero simplement per llògica era fàcil deduir que dos anys de festeig no es podien comparar en tota una vida junts a l’hora de conéixer profundament a l’atra persona. Això era visible en moments especials, mirades còmplices, paraules que canvien de sentit després d’anys de donar-li un significat que només coneixen els amics. I en eixos instants, Rosa no podia fingir, mirava als amics de tota la vida com si ella fóra només una convidada circumstancial. Naturalment Sergi ni es donava conte. Són eixa classe de coses que passen desapercebudes als chics pero que les dònes capten al vol. Per això Carla havia intentat no participar en la tria de l’anell de compromís de Rosa, pero com en tantes atres ocassions si Sergi insistia en alguna cosa ella no podia mantindre el no per massa temps.

Al remat Sergi apareix en el seu retràs i somriure de sempre. Carla ni pensa en comentar-li res, senzillament no serviria de res, i després de la ritual salutació entren en la joyeria. Realment Sergi havia anat prèviament pero volia la ratificació d’una visió femenina i qui millor que Carla. Per això, després de saludar al joyer li demana que traga els dos anells que ad ell més li havien agradat per a que Carla els poguera vore. Els dos són realment del gust d’ella, de fet es quedaria en els dos, pero cal triar.

- Be, Carla, ¿tu qué penses?
- No sé, és dificil eliminar u dels dos.
- Els dos són preciossos.
Intervé el joyer sense aportar cap ajuda a la tria.
- Pense que em quedaria en este, pero no sé si Rosa pensaria igual. Es decidix Carla senyalant u dels dos.
- Per a mi també és el més elegant dels dos. Parla de nou el botiguer simplement per a ratificar la decissió de la chica sabent que més d’una vegada varien la seua opinió durant la compra. ¿Vos l’embolique? Ho pregunta mentres busca una caixa de regal per a l’anell precíssament per a donar peu al canvi d’opinió.
- Sí, em quede en eixe. Ratifica definitivament Sergi. Rosa segur que triaria el mateix.

Després de pagar, eixen de la tenda els dos amics i Sergi li diu a Carla d’anar a prendre un café. Una vegada en la cafeteria, i mentres el cambrer prepara la comanda, Sergi li dóna les gràcies a Carla que les accepta en un moviment de cap molt típic d’ella. El cambrer s’entrenté més temps del normal. Sergi, al que esperar li posa nerviós, tot i que ell sempre fa esperar als demés, agarra la caixa de l’anell, el desembolica, obri la caixa i extrau l’anell. Carla el mira sense saber molt bé qué dir, simplement el deixa fer. Sergi s’alça de la cadira, s’aproxima a la seua amiga, li agarra la mà i li posa l’anell en el dit i entona un “¿t’agrada?” mentres dibuixa una rialla enlluernadora. Carla sense pensar-s’ho, s’incorpora espentada pel seu cor, que batega més ràpit a cada instant, per a rodejar en els seus braços el coll de l’amic i li estampa un bes en els llavis que encara que només dura un segon va carregat en tota la sentimentalitat d’una vida. Ell empina el seu cap instintívament per a separar-se.

- Carla, ¿Qué fas? ¡Que només estava ensajant! Li diu estranyat pero sense arribar al reguiny.
- I yo només m’he posat en el paper de rebre un anell de compromís. Li contesta Carla com si ho tinguera estudiat.

Un nou segon d’incertea carregat de tot el temps del mon, que trenca el cambrer posant damunt de la taula un capuchino per ad ell i un tallat descafeinat de màquina en sacarina per ad ella. Els dos amics es miren i trenquen a riure. Sergi riu sincerament, pensant que Carla s’havia passat una miqueta en l’interpretació posant-se en el paper de Rosa pero era la seua millor amiga i no tenia cap importància. Carla riu agrament. No sabia quan tindria l’oportunitat pero havia premeditat aquell bes en la desesperada esperança de la reciprocitat. Ara tenia clar que eixa reciprocitat seria impossible i que a partir d’ara seria ella la que pareixeria una convidada quan Sergi i Rosa tingueren els seus moments de complicitat.

10 d’octubre del 2010

Pequeñas Alegrías

Pilar pleitea con los cincuenta desde hace tiempo. Y no lo disimula. De hecho aparenta haberlos sobrepasado. Tampoco le importa. A estas alturas de la vida conserva más bien pocos sueños y ha aprendido a convivir con alegrías humildes. Viste inequívocamente faldas por debajo de la rodilla y blusas abotonadas casi hasta el cuello. Como aún es principio de otoño, las medias son finas. Hoy es domingo y acompaña a su madre a comprar pan y algún dulce para la comida. Esta es la única diferencia con respecto a otros días entre semana, y representa una de esas humildes alegrías en las que se complace Pilar.

Concepción, la madre de Pilar, dejó hace tiempo de pleitear con la edad. En verdad, nadie la conoce a ciencia cierta, ni ella misma la puede asegurar. En su pueblo natal quemaron todos los papeles de la parroquia en guerra, y el Ayuntamiento sencillamente no tenía papeles, los respectivos alcaldes bastante hacían con sacar adelante sus cultivos o ganados e intentar mediar en las discusiones de los vecinos sobre el lugar exacto donde se situaban los mojones, el uso de las aguas, ser testigos de las compraventas de tierras, ganados y casas o atender las necesidades de la Santa Madre Iglesia cuando era menester. El caso es que tampoco importa demasiado la edad concreta. Concepción es muy mayor, lo parece, lo aparenta y lo es. Guarda un luto infinito sin ninguna concesión al alivio de otra tonalidad textil que no sea el negro, salvo, su blanquecino pelo arrugado. Camina lentamente del brazo de su hija. El lamento es su vocablo más repetido. Y el suspiro su expresión más conocida.

Madre e hija caminan pausadamente el corto recorrido que separa el portal de su casa de la panadería. No cruzan ninguna palabra. Entran en el establecimiento y piden la vez. Una vez concedida, Concepción suspira profundamente y exhala un lamento sin demasiado convencimiento, simplemente rutinario. Pilar intenta observar los pasteles del mostrador por encima de los hombros de las personas que van delante de ellas. Todo ello con un estudiado movimiento de cuello puesto que su madre sigue agarrada invariablemente de su brazo. Después de unos instantes llega su turno.

-Buenos días. Saluda parcamente Pilar
-Buenos días. Le contesta mecánicamente el panadero. ¿Como está usted doña Concha? Pregunta sin pausas el hornero.
-¡Ay hijo mío! ¿Como quieres que esté? Mal, hijo, mal. Contesta Concepción como si se le escapara la vida en cada palabra.
-Pues yo la veo mejor que últimamente.
-Gracias, hijo, gracias, pero la procesión va por dentro. Suspira doña Concha dando por finalizado el diálogo de las cortesías.
-Me pones una barra de pan, dos bollos de crema y un pastel de nueces. Manifiesta Pilar cambiando incluso la tonalidad de su voz.

Mientras el panadero cumple con el pedido, Pilar observa más de cerca los pasteles de nueces y antes que llegue la mano del hornero con las pinzas, le señala el que ella quiere con una sonrisa maliciosamente impropia al tiempo que pronuncia suavemente “Este, este, ponme este” (maliciosamente porque ella sabe que es el que más nueces tiene de todo el escaparate). Embolsado y pesado. El panadero anuncia el precio. “Serán tres con setenta y cinco” En ese momento, y no antes para no desasir a su madre, Pilar rebusca en el gran bolso azul marino el monedero que deposita en el mostrador para empezar a buscar el dinero con el que pagar. Pilar gusta de pagar con el dinero justo y más si se trata de cantidades pequeñas como esta, así que no repara en las personas que han entrado detrás de ellas a la panadería y que esperan con más o menos paciencia ser atendidos. Al final encuentra las monedas justas pero cuando va a disponerlas en el mostrador observa que una de ellas es de Holanda.

-Ay espera, que esta es de la reina Juliana de Holanda. A ver si encuentro otra de veinte céntimos. Pero el monedero no está por la labor de encontrarlo por muchos suspiros que lance su madre. (Ni los cada vez más numerosos clientes en espera)Es que no encuentro otra de veinte, y esta es de la reina Juliana, me sabría mal no conservarla...

El panadero sin perder la compostura pero impacientándose tanto como el resto de clientes se dirige muy profesionalmente a Pilar.

-No te preocupes, ya me lo darás otro día.
-Gracias, gracias, mañana sin falta me paso para pagartelo.
Le contesta raúdamente Pilar guardandose al mismo tiempo la moneda de la reina.

Finalmente, una vez guardado el monedero en el bolso, colgado éste del hombro, asida su madre en el brazo izquierdo, y sujetando la bolsa con el pan, los bollos de crema y el pastel de nueces con esa misma mano, el conjunto se dirige a la puerta para encaminarse hacia su casa. Una vez fuera, se dibuja una nueva sonrisa maliciosa en la cara de Pilar mientras piensa que ninguno de los presentes se ha dado cuenta que la reina Juliana abdicó antes de la entrada del euro y que la efigie de la moneda era la de su hija Beatriz. Son aquellas cosas que se saben por ser aficionada a la historia, numismática compulsiva y también, porque no confesarlo, ser hojeadora habitual de revistas de corazón en las ocasiones en que visitaba la peluquería.

La mar d'Atrera (relat)

Atrera mirava cap a la mar sense trobar el conhort que tantes atres voltes havia sentit quan pujava allí a contemplar l'horisó. El sol s'amagava a les seues esquenes per darrere de les montanyes més allà del territori que ell coneixia, molt més allà. Per això la bromera de les ones no enlluernava la mirada, tan sols es deixava conduir cap als peus de la terra pel suau vent de llevant. Lo que no va trobar en aquella ocassió mirant el món que l'envoltava ho va trobar de sobte quan sa mare el va rodejar en els seus braços, buscant ella també la volença del seu fill. Les mirades dels dos se juntaren en la mar.

Atrera tenia entre les mans una figureta de bronze d'un guerrer montat a cavall. L'havia feta ell mateix durant l'estació de les flors. Ningú en el poblat no s'explicava aquella habilitat del menut. Tots pensaven que anava a ser un gran guerrer com son pare, això esperaven tots d'ell, encara que tampoc els desagrava aquella habilitat en les mans per a extraure del bronze els humans i animals que tenia amagats. En quant Atrera trobava un moment forjava guerrers, bous, chiquets, hòmens, dones que feen les delicies dels més menuts del poblat que jugaven llargament en elles a somiar el seu futur. Pero el guerrer a cavall era la seua estatueta més preuada, el seu treball més estimat perque havia requerit més hores, més atenció, i no a soles per això, sinó perque representava a son pare, aquella figura que el poblat tant admirava i que ell tant volia. Per això pensava regalar-li a son pare en quant l'acabara.

Els ulls d'Atrera s'irritaren pel fum de les antorches que portaven els hòmens del poblat. El silenci era absolut, fins i tot el ventijol pareixia haver deixat de bufar. El sol va acabar d'amagar-se darrere les montanyes i la nit va dominar-ho tot. Els hòmens descavalcaren dels seus muscles el cos sense vida del guerrer que tant admiraven i que Atrera tant volia. Per un moment es quedaren pensatius mirant el seu cos, tal volta despedint-se d'ell, pero no mostraren cap sentiment. Ú d'ells va mostrar als presents l'espasa del guerrer que va retillar al contacte en la llum del fòc de les antorches. Encara tenia en el seu llom les marques de la batalla, la sanc dels enemics abatuts. El companyó de tantes escaramusses baixà l'espasa a terra chafant la punta en un peu i fent força en la mà des de l'empunyadura la va doblegar per a que ningú més poguera fer us d'ella llevat del valent guerrer que ara jaia en terra. Unes dones cobriren el cos en branques i matolls de timó, i després, quatre hòmens dels que portaven les antorches, les deixaren caure damunt del cos inert del guerrer.

Atrera no podia apartar la mirada de l'ombra fosca en la que s'havia convertit la mar. Continuava somiant en poder solcar-la algun dia, com els mercaders que venien de l'atra vora.Conéixer aquelles terres de les que parlaven mentres tastaven el vi agre del territori després d'haver pactat els intercanvis de productes. Comprovar en els seus propis ulls si les històries que eixien dels seus llavis eren vertaderes o estaven exagerades pels efectes dels líquit negre. Pero de moment havia de separar-se del seu ensomi, de la seua mar, per això no podia separar la mirada de l'horisó encara que estiguera ya tan negre com el ví perque fins i tot la lluna s'havia silenciat. Els ancians del poblat havien decidit que no estaven assentats en lloc segur. En la lluita no tant sols havien perdut al seu guerrer més preuat sinó a atres companyons seus, i abans que l'enemic reaccionara i els atacara de nou, calia buscar un lloc més segur a l'interior, en la montanya, al costat d'un riu. De fet ya havien triat el parage exacte, a on ara només havien unes poques cases de germans que es dedicaven a la peixca i a la caça. Al sendemà partirien cap allà deixant a la seua esquena la mar d'Atrera.

Sa mare no s'afonà entre plors com ell havia vist en atres dones. Continuava acovilant-lo en els seus braços, pero ella no mirava la mar, els seus ulls entelats per les llàgrimes es despedien del guerrer que estava convertint-se en cendres. En un moment li va agarrar les mans a Atrera i va comprovar que ell tenia alguna cosa entre els dits. Sense llevar-li-lo va aproximar les mans del chiquet als seus ulls per a comprovar que lo que tenia era un guerrer a cavall, sense dubte i tot i la foscor va pensar que era la millor de les figueretes que el menut havia forjat. Sa mare va sentir-se orgullosa del seu fill no a soles per la seua habilitat sinó perque en seguida va entendre que el guerrer era el seu home, son pare. Va tancar les seues mans damunt de les d'Atrera perque en lloc de pensar en posar junt a les cendres del gran guerrer la seua figura pensà que si la conservaven sempre recordarien la seua vida. Mare i fill continuren mirant cada ú al seu horisó, conscients que anava a canviar per a sempre.

3 d’octubre del 2010

Integración o conflicto

(Imagen extraida de www.parainmigrantes.info)


Al salir a la luz pública la futura apertura de una nueva Mezquita y sede del Centro Islámico de Torrent, más grande y adaptada a las necesidades de este centro que la actual, ha provocado que también se conozca públicamente la realidad de todo un barrio que desde hace tiempo convive con la problemática de la integración o no de núcleos de población de diferentes culturas. Una problemática que no se da en otras zonas o no con la misma intensidad dado el mayor número de inmigrantes que viven en estas calles de nuestra ciudad.

Pero la futura instalación de la nueva Mezquita no es más que la punta del iceberg de una situación social que nos debe preocupar a todos y que se define en cuestiones muy concretas como la falta de plazas escolares, deficiencias en servicios públicos, densidad poblacional y en otras más generales como las divergencias culturales o miedo ancestral al diferente, y todo ello aderezado en los últimos tiempos con el gran problema de la crisis económica que golpea a todas las familias con independencia de su credo o religión pero que nos hace más vulnerables a todos frente a la realidad que vivimos, que nos hace más proclives a resguardarnos en nuestras propias convicciones donde nos encontramos más seguros.

Todo esto me lleva a pensar que se debe afrontar la situación desde una perspectiva global y no como una cuestión puntual que ha salido en la prensa y, por tanto, no caer en la tentación de solucionarlo como un simple parche en una rueda pinchada para pasar el mal trago, porque sino, corremos el peligro que el reventón de la rueda en el futuro produzca efectos muchos más graves.

NO ES UN PROBLEMA SIMPLEMENTE ADMINISTRATIVO.

Circunscribir la problemática que nos ocupa, al cumplimiento o no de la normativa para realizar obras o licencia de apertura es para mi un error. Naturalmente el local de la Mezquita, como cualquier otro local con concurrencia pública de estas u otras características, debe cumplir las normas que correspondan, pero si el Ayuntamiento de Torrent se limita a afrontar esta cuestión únicamente desde esta perspectiva, se equivoca radicalmente desde mi modesta opinión. Y sería una equivocación porque un simple papel oficial que certifique el cumplimiento de las ordenanzas municipales o normativa autonómica no anula las preocupaciones vecinales, no tranquiliza a los asistentes a la Mezquita sobre el posible rechazo de sus actividades, ni, fundamentalmente, aporta ninguna solución al posible conflicto social que se puede generar dadas otras situaciones que hemos comentado.

En definitiva, no nos encontramos ante una cuestión meramente burocrática, es un problema que se escapa de las competencias de los técnicos municipales y de las atribuciones del concejal de urbanismo, que, como he señalado, tendrán que hacer cumplir la normativa correspondiente, pero no puede ser la única respuesta por parte del Ayuntamiento.

SI NO ES UN PROBLEMA BUROCRÁTICO, ¿LO ES RACIAL O RELIGIOSO?

Aunque la apertura de la nueva Mezquita sea el detonante de la situación que se ha conocido públicamente, bajo mi punto de vista sería una equivocación afrontar esta cuestión simplemente desde un punto de vista de problemática racial o religiosa. Si así fuera, seguramente se estaría fomentando aún más la posible estigmatización de la diferencia. Sin embargo que no sea una cuestión simplemente racial o religiosa no quiere decir que no sea parte del problema.

En nuestra sociedad es una valor considerado altamente negativo el comportamiento racista, de tal manera que incluso los vecinos que se muestran contrarios a la instalación del centro religioso o de determinadas situaciones que se dan en el barrio, cuando son preguntados por periodistas estos días o en las conversaciones que surgen en distintos ámbitos, empiezan sus intervenciones con el consabido “Yo no soy racista pero...” Ese pero es el que nos debe preocupar, porque una cosa es el valor abstracto del antiracismo y otra bien diferente son los casos concretos de una convivencia dificil por la confrontación de la diferencia. Pero aún así no se debería hablar de racismo, por no facilitar que se etiquete la situación de una manera simplista que sin duda favorecería la aparición en escena de los grupos claramente racistas y que ya se han manifestado en nuestra ciudad por otros motivos. Existe un caldo de cultivo de rechazo a la diferencia, hemos de verlo, es cierto, crea problemas en el barrio de Nicolas Andreu y en toda la ciudad (en toda nuestra sociedad), no hemos de olvidarlo, pero convertirlo en un tema de racismo solo puede favorecer que el problema se agrande, aparezcan elementos externos que ayuden a encrespar ese caldo de cultivo y que en lugar de solucionarlo la situación se agrave.

Tampoco debe ser visto como un problema religioso porque no lo es. La actuación criminal de unas personas en nombre de una religión, en este caso del Islam, con la consecución de atentados que a todos nos horrorizan, no debe servir para calificar a todos los creyentes de esa religión de la misma manera, porque a ellos mismos también les horrorizan estos actos. Personas que deforman su conciencia y en nombre de una religión acaban asesinando a otras, existen en todos los credos y despertar esta realidad y estar recordando estos agravios no forma parte de la solución sino del problema. En este aspecto el desconocimiento mutuo agranda la distancia y por tanto también facilita el rechazo. Pero nuevamente si se convierte la problemática que nos ocupa en una cuestión de encaje religioso pienso que se estaría actuando de manera errónea puesto que no ayudaríamos al conocimiento sino al enroque de cada una de las partes en sus posturas iniciales, donde cada parte se encuentra más cómoda, porque no olvidemos que intentar entender realidades diferentes nos conduce a un proceso que en principio nos hace sentir más indefensos porque abandonamos nuestras posiciones habituales, pero acaba por enriquecernos como personas.

NO ES UNA CUESTIÓN DE PROGRAMAS, SINO DE PROYECTO.

Si observamos la realidad que nos ocupa como un problema urbanístico, como una cuestión racial en alguna manera, como si se tratara del rechazo a una determinada religión o incluso como una problemática creada por movimientos demográficos o de concentración en determinadas calles de población inmigrante nos llevaría a crear programas concretos a cuestiones concretas. Y se haría con toda la mejor voluntad. Y serían programas todos ellos necesarios. Pero no se trata de una situación de tema de licencias, ni solamente religioso, cultural, inmigratorio, o demográfico, sino de todo esto en su conjunto. Por tanto, estamos hablando de un problema social, con muchas ramificaciones y complejidades. Por eso en lugar de programas, en lugar de confiar en la maravillosa y sacrificada labor de voluntarios, ongs y centros que vienen trabajando con buenos resultados desde hace tiempo, se debería contar con un proyecto para este barrio en concreto y también para toda la ciudad. Naturalmente un proyecto que no sea simplemente la suma de los respectivos programas o voluntariedades, sino una coordinación de todo ello.

Un proyecto de actuación que partiera de la realidad del barrio en su globalidad. Habría que ver en qué infraestructuras, instalaciones, servicios públicos es deficitario. Si existen zonas degradadas, si existen focos de conflictividad. Pero también de saber captar las partes positivas de la zona y sus potencialidades. Esta positivización muchas veces se olvida, y realmente esta observación podría aportar las soluciones que se necesitan. Si existen puntos de convivencia. Locales que puedan ser utilizados para diversas actividades. Y toda esta muestra de la realidad no se puede hacer desde arriba, no puede ser dirigida, no puede ser condicionada por las administraciones públicas, que pueden o deben ejercer su labor de coordinación eso sí. Este análisis de la realidad, debe partir de la sociedad, debe ser fruto de la reflexión y puesta en común de los vecinos (de los más antiguos y de los recién llegados), de las distintas asociaciones culturales, festivas, juveniles, políticas, deportivas y de cualquier tipo que tengan allí su sede, de los diferentes representantes religiosos de la zona, y de cualquier persona o entidad que tenga alguna cosa que aportar.

A partir de este análisis de la realidad. Las administraciones públicas deberían asumir el proyecto social que diluya el posible conflicto, que mejore las condiciones de vida de los vecinos, de todos, que positivice la situación, atajando el problema a tiempo sin dejar que el caldo de cultivo existente llegue a hervir. Y naturalmente quien debería liderar este proyecto es el Ayuntamiento de Torrent puesto que es la administración más cercana que tienen los vecinos (haciendo participar a todas las posibles).

LA INTEGRACIÓN ES UNA CAMINO DE DOS SENTIDOS.

La frase no es mía, simplemente la he adaptado porque define a la perfección cual debe ser la actitud de todos los implicados en esta situación bajo mi punto de vista. Por un lado no se puede reclamar que las personas que llegan al barrio procedente de otros países y culturas, con distinta religión o religiosidad, con distintas costumbres a la de los residentes se integren a nuestra sociedad si no se les abre ninguna puerta. La integración no es un proceso mágico. No se da habitualmente por generación espontánea, ni tampoco es un abandonar la propia manera de entender la vida para sumergirse sin ningún bagaje en la sociedad de llegada. Tiene que haber un proceso. Tiene que darse una acogida. Sin esta actitud de acogida es imposible conseguir ningún porcentaje de integración.

Por otro lado, el que llega de fuera también tiene que tener una actitud de acogida. En este caso, para conocer las costumbres del lugar donde llega. Respetarlas. Pero no desde la distancia o la simple comparación con las suyas, sino para valorarlas y participar de ellas, sin que eso suponga renunciar a las propias, pero sí que no supongan un rechazo a la sociedad en la que vive. Conocer las lenguas del territorio. El valenciano y el castellano. Las fiestas populares de la ciudad. No puede haber integración si la sociedad de acogida debe entender las costumbres, religiosidad e incluso manera de vivir del que llega de fuera, pero éste no pone de su parte para conocer y participar, en la medida de lo posible y siempre progresivamente, de la vida cotidiana de la sociedad en la que vive.

Por eso, la integración es un camino de dos sentidos. De dos voluntades que deben encontrarse y no enfrentarse. Que tienen que vencer el miedo a la diferencia, aportando cada una de las partes su visión más positiva. Y todo ello impulsado por el proyecto del que he hablado anteriormente. Todo eso si se quiere aportar soluciones y no enquistarse en el problema. Todo ello si se quiere favorecer la convivencia. La prosperidad. El entendimiento. El enriquecimiento personal y social. No es una tarea fácil, pero tampoco imposible. Y lo más importante, está en nuestras manos.