Hace unos años, las televisiones empezaron a programar espacios dedicados al chismorreo (Sí, existió un tiempo en que la parrilla televisiva no era un contínuo sálvame salpimentado de noticias y fútbol) Ante la novedad, mi abuela, se tiraba las manos a la cabeza. "¡Virgen Santísima!" exclamaba "¡Esto es peor que Sodoma y Gomorra!" En una ocasión le comenté: "Abuela, que esto pasaba igual antes, lo que pasa es que no había televisiones para contarlo" a lo que después de un silencio me contestó: "Es verdad, que yo cuando era niña veía a algún hombre ir de una casa a otra por los tejados"
Las comunicaciones han permitido acercarnos, no solamente los chismorreos, sino cualquier acontecimiento que los programadores consideren de interés. La inmediatez es tan absoluta que se adelanta a la perplejidad humana. Recuerdo perfectamente ver estrellarse el segundo avión en las torres gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001 mientras Matias Prats se pensaba que era una imagen repetida de lo que aún se calificaba como accidente de un avión estrellandose contra una de las torres.
En 2001 no teniamos moviles táctiles, ni tablets para enviar nuestros tuits o pensamientos desde el facebook. Las opiniones de cada uno en ese instante, las reacciones personales del momento, se quedaron en casa, o en el bar o simplemente en nuestra conciencia. Pero actualmente, sí tenemos la posibilidad de darlas a conocer en las redes sociales en riguroso directo. Lo que añade inmediatez sobre la inmediatez. El problema es que en ocasiones es una reacción demasiado inmediata, sin procesado, amparada en unos casos por el anonimato, y en otros, por la sensación de la poca repercusión, aunque queda grabado y se puede distribuir por toda la red, es decir, por todo el mundo, en cuestión de milésimas de segundo. Y esto tiene su peligro. Como en el caso de la presunta violación de una joven durante la feria de Málaga que resultó ser, como ella ha confesado, una denuncia falsa.
Cuando la noticia de la presunta violación saltó a los medios, la reacción en las redes sociales fué inmediata, y furibunda cuando la juez decretó la libertad provisional de tres de los detenidos, y días después archivó la causa. La incomprensión de muchos y los insultos de unos tantos circularon por la red de manera inmediata. Sin pararse a pensar en las razones de peso que pudiera tener la magistrada. Sin conocer las pruebas. Simplemente dejándose llevar por la idea del mal funcionamiento de la justicia y por la animaversión contra las violaciones. Finalmente, la juez tenía razón. Pero las reacciones y los tuits permanecen.
El peligro de la inmediatez unido a la búsqueda de repercusión de nuestras intervenciones en las redes sociales queriendo acaparar retuits, favoritos o me gusta nos puede llevar a la inconsciencia en la opinión. Es el peligro de dejarnos llevar por esa inmediatez, por ese querer ser el primero, o el más ingenioso, pero valdría la pena reflexionar antes de tuitear o opinar en el facebook o cualquier otra red social, y más en estos casos en los que se trata de delitos tan graves como una violación. Si encima, nos podemos aplicar el proverbio árabe que dice que si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo digas, estaríamos para nota.
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