24 de juny del 2010

Después de la lluvia

En una situación normal no sería necesario que diera explicaciones de porqué, de repente, escribo una entrada en castellano. Posiblemente no sea necesario y me vea obligado porque mi conciencia también está (de)formada por las teorías y prácticas del valencianismo del que tantos años soy practicante. Pero como lo creo necesario, las doy. Escribo en castellano básicamente porque me ha nacido así. Porque deseo que, almenos en esta ocasión, mi reflexión llegue más fácilmente a más personas. Y porque no creo que las ideas valencianistas dependan de una lengua o una normativa. Mas, vayamos a la cuestión.

El valencianismo es una realidad que nunca ha llegado a asentarse en la sociedad valenciana como un conjunto de ideas, proyectos. No es un cuerpo unificado. Ha existido, existe y existirá. Pero nunca ha acabado de cuajar. Siempre han habido circunstancias que lo han impedido. No solo externas, sinó también internas. Restauraciones monárquicas, alzamientos nacionales, divisiones, presiones externas, ansias deformadoras, indefiniciones, definiciones extravagantes,... Sobre este cuerpo sin forma o (de)forme del valencianismo no ha dejado de llover. Una lluvia incesante, de las que impide salir a la calle y mucho menos disfrutar del propio territorio. Es una lluvia que condena a permanecer en las trincheras, en los bunkers, en las torres de marfil. Para algunos la excusa perfecta para no dejar la comodidad de su más íntimo asentamiento, para otros el impedimento perfecto para continuar como están, y para otros el problema insalvable para visitar otras realidades tan próximas que forman parte del mismo paisaje pero que la lluvia las mantiene ocultas al conocimiento.

Aunque la lluvia cesará. Más pronto o más tarde dejará de diluviar. Cuando así sea, estará todo embarrado, no será fácil dejar las trincheras, nunca ha sido fácil abandonarlas. Pero no resultará imposible. No será el momento de continuar aferrado a las utopías culturales, territoriales o lingüísticos, sinó el tiempo para acercarse a los lugares próximos a los que la lluvia impedía el paso. Habrá quien no se fie y piense que la lluvia volverá, incluso habrá quien añore la lluvia y manifieste que cuando llovía estábamos mejor, solo seran excusas, como las que existen ahora cuando estamos bajo la lluvia. Excusas que se han convertido, se convierten y se convertiran en teorías y definiciones del valencianismo. Pero solamente son eso, ex-cu-sas.

Cuando cese la lluvia, habrá que encender un fuego para secarnos. Y para encender el fuego hay que tener paciencia, elegir buena leña, encontrarla, prenderla y mantenerla porque todo estará calado por la humedad. Pero al final el fuego se encenderá. Por eso, hay que mantener la esperanza bajo la lluvia, hay que soñar en la realidad a la que estamos renunciando por no querer mojarnos, y habría que proyectar qué haremos cuando deje de llover y podamos salir definitivamente de nuestras cavernas.

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