En 2009 y 2010 militantes, cuadros y líderes destacados del PP participaban en las manifestaciones provida contra la conocida como "Ley Aído" de despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo. El termómetro popular debió calentarse de tal manera que en el programa electoral de 2011, el Partido Popular incluyó la promesa de modificar dicha ley, para volver al modelo de 1985, que si bien no contentaba a las asociaciones provida ni a la Iglesia Católica, organizadores y alentadores de aquellas manifestaciones, lo valoraron públicamente como un avance.
En su primera comparecencia, en enero de 2012, el nuevo ministro de justicia, Alberto Ruiz Gallardón, reiteró el compromiso de reformar la ley del aborto y empezó a trabajar en el anteproyecto. Desde entonces, Mariano Rajoy y su consejo de ministros han estado jugando con esta promesa hasta el día de hoy, en que, el propio presidente, ha anunciado la retirada del anteproyecto de ley elaborada por el equipo de Gallardón.
La pretendida reforma de la ley del aborto ha resultado ser la espoleta perfecta para que las diferentes almas del PP manifiesten sus problemas de convivencia. Un problema de conciencia ha acabado afectando la supuesta uniformidad del gran partido de la derecha española. Y Mariano Rajoy, un maestro en la dilación de las decisiones, ha tenido que tomar cartas en el asunto acuciado por la falta de consenso interno, la cercanía de las próximas elecciones municipales y autonómicas y las continuos resultados negativos de las encuestas.
Resulta sintomático, que un presidente caracterizado por dejar pasar el tiempo, como he comentado, en cuanto a las decisiones trascendentes, tome la palabra en primera persona para anunciar la retirada de este anteproyecto. Y más cuando en política, todo se mide por la repercusión de las decisiones en el electorado. Los analistas a cargo del partido habrán valorado que el votante provida no tiene demasiadas alternativas pausibles más allá del PP, y que los populares son el mal menor para estos votantes. Pero las primeras reacciones de este sector son bastantes beligerantes. Después de haberse manifestado codo con codo en 2009 y 2010 contra la ley socialista. Después de haberse dejado seducir por la promesa de su derogación. Después de esperar un par de años que la nueva ley fuera una realidad, que ahora el presidente del gobierno anuncie su retirada, ha sido calificado como una traición. Estamos hablando de un sector de la población movilizado, no solo en las manifestaciones, sino también en concentraciones periódicas, en redes sociales, en movimientos parroquiales y sociales; y que, tal vez, en las pasadas elecciones le estaba dando una última oportunidad a los populares en las urnas. Y a día de hoy, con un PP que ha perdido fortaleza como opción electoral y política, (existen alternativas políticas defensoras de los criterios antiabortistas) tocado por diversos casos de corrupción (no olvidemos que una cuestión con bastante carga de falta de moralidad también) puede quedar hundido para estos votantes al abandonar esta postura de reforma de la ley del aborto. Puede que este cálculo se les haya escapado a los analistas populares, o almenos no parecen haber valorado la profundidad de las repercusiones de los primeros momentos.
Por otro lado, Mariano Rajoy, sabe que esta decisión significa ofrecer en sacrificio a su ministro Gallardón, como así acaba de suceder, pues el ministro ha presentado su dimisión al verse desautorizado. En este caso el riesgo político parece mínimo, su popularidad es de las más bajas entre los ministros, y tampoco parece contar con demasidas simpatías internas, ni familias que lo defiendan en la organización. Pero, al fin y al cabo, supone una nueva crisis de gobierno, aunque solo fuera el cambio de un ministro por otro. Sin embargo parece que Rajoy o su equipo no ha medido suficientemente tampoco la reacción de Gallardón, porque además de dimitir, ha anunciado que renuncia a su escaño y deja la política activa. Todo un hito en la política española, donde casi nadie dimite aunque tenga el agua al cuello, y por ello mismo, toda una mancha que afecta al PP porque la descoordinación interna en posturas tan sensibles como el aborto, ha provocado incluso que un ministro del gobierno no solo dimita, sino que abandone su actividad política.
Los cálculos electorales del PP pueden verse afectados según sea la reacción en las urnas del sector provida. Por conservar el votante más liberal, puede provocar la deserción del conservador. El Partido Popular parece que lo tiene cada día más complicado para responder a la definición de partido liberal-conservador en el sentido de liberal en lo económico y conservador en las costumbres. La brecha parece haberse abierto, aunque solo se confirmará en las siguientes elecciones.
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